La gente se viste con ropa formal para diferentes situaciones, normalmente para seguir las normas, pero también sirve para conseguir respeto, mostrar profesionalismo y mantener una distancia social. De hecho, vestir con ropa formal se asocia con la percepción de más profesionalidad, pero también menor accesibilidad (Butler & Roesel, 1989, 1991; Lukavsky, Butler, &Harden, 1995). Así como la vestimenta formal está relacionada con la formalidad psicológica y la distancia social, la vestimenta casual se relaciona con la intimidad y la familiaridad.
En el artículo científico: The cognitive consequences of formal clothing (Slepian, Ferber, Gold, & Rutchick) se reafirma que el distanciamiento social y la formalidad del lenguaje incrementa el pensamiento abstracto (Stephan, Liberman, & Trope, 2010), y además se demuestra que la vestimenta formal causa el mismo efecto.
La vestimenta formal no solamente tiene influencia en las impresiones que tienen los demás de nosotros (Albright, Kenny, & Malloy, 1988; Forsythe, 1990; Reid, Lancuba, & Morrow, 1997), si no que también influye en como la gente se percibe a ella misma (Hannover & Kühnen, 2002; Peluchette & Karl, 2007) y puede influir en la toma de decisiones a través del estilo de pensamiento.
Para que veáis un ejemplo de la importancia de la apariencia os dejo este ejemplo en formato de broma en el que una persona se presenta dos veces a un restaurante de lujo para comer con diferente vestimenta.
Robert Lavergne.
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