En esta fotografía de Jordi Borrás (@jordiborras), tomada el pasado 26 de octubre
en el Parlamento de Cataluña, vemos como Inés Arrimadas, dirigente de “Ciutadans” –partido político en la
oposición- muestra una expresión a caballo entre el asco y la ira, mientras el
resto de diputados entona el himno catalán: Els
segadors.
Según Ekman y Friesen (1978) y su Sistema de Codificación Facial
de Emociones (FACS), la emoción de ira
tiene como elemento de expresión principal la actividad del músculo superciliar, el cual
produce que las cejas bajen y se junten
en el entrecejo (número 1).
Los instigadores de la emoción de ira pueden ser condiciones que
generan frustración, interrupción de una conducta motivada, situaciones
injustas o atentados contra valores morales (Fernández-Abascal & Chóliz Montañés, 2008) .
La emoción parcial de asco,
es producida fruto de la acción combinada de los siguientes músculos:
El músculo piramidal, que provoca el levantamiento del labio superior (número 2) que en esta ocasión se
observa de forma muy leve.
El músculo borla o mentalis, autor de las arrugas en la barbilla y labios en forma convexa (número 3) que
podemos observar claramente en la fotografía.
Aunque la función adaptativa de la emoción de asco está
relacionada con la generación de respuestas de escape o evitación de
situaciones potencialmente dañinas para la salud, su reacción no se limita
únicamente a estímulos digestivos (Fernández-Abascal & Chóliz Montañés, 2008) . En este sentido, la
investigación de (H.A.Chapman, 2009) , sugiere como la expresión de asco
moral, la cual surge ante situaciones o acciones que consideramos injustas o
inapropiadas respecto a otras personas, provocaría la activación de los
músculos faciales (elevación del labio superior como observábamos en el punto 2
de la foto) que el asco surgido ante la enfermedad o los sabores
desagradables.
Bibliografía
Fernández-Abascal,
E., & Chóliz Montañés, M. (2008). Expresión facial de la emoción.
Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
H.A.Chapman, D. J. (2009). In bad taste: evidence for the
oral origins of moral disgust. Sciencemag , 122-126.
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